Estudios experimentales indican que la homeostasis de energía para el reloj circadiano en los niveles de conducta, fisiológico y molecular enfatizan que el momento de la ingesta de comida puede desempeñar un papel significativo en el desarrollo de la obesidad y obesidad central. Por tanto, se podría utilizar el restablecimiento del reloj circadiano gracias a la restricción de energía circadiana mediante la ingesta de comida por la mañana o por la noche como un nuevo enfoque para prevenir la obesidad, síndrome metabólico y enfermedades relacionadas. El estudio incluyó a voluntarios libres que, previa autorización y consentimiento informado, aceptaron tomar la mayoría de las comidas totales diarias (aproximadamente 2000 Kcal./día) por la noche (4 semanas) o por la mañana (4 semanas). De 22 adultos, la mitad se seleccionó de manera aleatoria mediante números generados por ordenador para comer por la mañana, y la otra mitad por la noche, después de las 20:00 horas. El patrón de ingesta se cambió después de 4 semanas de intervención y un período de “lavado” de 4 semanas y se les recomendó a aquellos que comían por la mañana hacerlo por la noche y viceversa. Se utilizaron cuestionarios validados para evaluar las ingestas de comida, la actividad física y la ingesta de alcohol y tabaco. La exploración física incluyó la medición del peso corporal, la altura y la presión arterial (PA) con un esfigmomanómetro. Se registraron datos a ciegas con regularidad en todos los sujetos al empezar el estudio y durante el seguimiento. Se recogieron muestras de sangre después de un ayuno nocturno para analizar la glucosa en sangre y la Hb1c. La alimentación por la noche se asoció a un aumento significativo del peso corporal en 0,80 kg (P < .001), el índice de masa corporal (IMC) en 0,30 kg/m2 (P < .001) y la circunferencia de la cintura en 1,13 cm (P < .05). La alimentación de la misma cantidad de energía por la mañana no se asoció a ningún cambio significativo en el peso, el IMC o la circunferencia de la cintura (P > .500). Un aumento menor en las tres variables se asoció a la alimentación por la mañana en comparación con la alimentación por la noche (P < .05). La PA sistólica aumentó ligeramente en la alimentación por la noche y se redujo en la alimentación por la mañana, con una diferencia entre las dos respuestas de 1,55 mmHg (P < .05). La glucemia en ayunas era más baja en la alimentación por la mañana que en la alimentación por la noche (74,86 en comparación con 77,95 mg/dl, t emparejado = 4,220, P < .001). La Hb1C aumentó con la alimentación por la noche en 0,28 (de 4,45 a 4,73; t = 9,176, P < .001), pero disminuyó con la alimentación por la mañana en 0,077 (de 4,53 a 4,45; t = -6,859, P < .001). La diferencia en la respuesta de la Hb1C entre la alimentación por la mañana y por la noche también es significativa a nivel estadístico (t = -11,599, P < .001). Comer por la noche puede predisponer a tener obesidad y obesidad central y aumenta la glucemia en ayunas y la Hb1c que son indicadores del síndrome metabólico. Por el contrario, comer por la mañana puede disminuir la Hb1c y la PA sistólica, lo cual indica que podría proteger contra el síndrome metabólico.