Durante la actual pandemia de coronavirus, se buscan con urgencia nuevas opciones terapéuticas contra esta enfermedad. Debido a su rápida propagación y a la inmensa cantidad de personas afectadas en todo el mundo, son muy necesarias opciones rentables, que estén disponibles a nivel mundial, sean seguras, tengan unos efectos secundarios mínimos y resulten fáciles de aplicar. Por eso, en esta revisión discutiremos el potencial del zinc como agente preventivo y terapéutico, solo o en combinación con otras estrategias, ya que este elemento cumple con todos los criterios descritos anteriormente. Aunque hay bastantes datos sobre la relación entre el nivel de zinc del individuo y las infecciones virales y del tracto respiratorio, siguen faltando evidencias de estudios sobre la COVID-19, aunque, como ya han señalado otros y detallamos en esta perspectiva, se puede dar por sentada si se piensa en la capacidad de la suplementación de zinc de reequilibrar la respuesta inmunológica. Llama la atención lo poco que se ha discutido hasta la fecha el papel del zinc en las complicaciones vasculares inducidas por virus. Curiosamente, la mayoría de los grupos de riesgo descritos para la COVID-19 también se asocian con la deficiencia de zinc. Dado que el zinc es esencial para preservar las barreras tisulares naturales, como el epitelio respiratorio, evitando así la entrada de patógenos, y para un funcionamiento equilibrado del sistema inmunológico y del sistema redox, probablemente se pueda considerar la deficiencia de zinc como uno de los factores que predisponen a la infección y la evolución desfavorable de la COVID-19. Por último, debido a sus propiedades antivirales directas, podemos asumir que la administración de zinc resulta beneficiosa para la mayoría de la población y en especial para aquellos que no tienen un nivel óptimo de zinc.
Autores Inga Wessels, Benjamin Rolles, Lothar Rink