Hace varios meses, se detectó un brote de neumonía de etiología desconocida en la ciudad de Wuhan, China, y las autoridades del país aislaron el agente etiológico de la neumonía atípica, un nuevo coronavirus (nCoV-2019 o SARS-CoV-2). La OMS anunció que esta nueva enfermedad se llamaría «COVID-19». A la hora de buscar nuevos compuestos antivirales, conocer las principales proteínas víricas es fundamental. Entre los principales objetivos farmacológicos del SARS-CoV-2 destacan la proteasa similar a la 3-quimotripsina (3CLpro), la proteasa similar a la papaína (PLpro), la ARN polimerasa dependiente del ARN y la proteína de pico (S). La quercetina inhibe la 3CLpro y la PLpro con una energía de acoplamiento molecular correspondiente a −6,25 y −4,62 kcal/mol, respectivamente. La quercetina tiene una capacidad teórica, pero significativa, de interferir con la replicación del SARS-CoV-2, y los resultados muestran que este es el quinto mejor compuesto de 18 candidatos. Sobre la base de las manifestaciones clínicas de COVID-19, hay que tener en cuenta el aspecto multifacético de la quercetina como antiinflamatorio e inhibidor de la trombina.