Este artículo destaca el papel fundamental del sueño como asunto de salud pública, en especial durante un período tan estresante como la pandemia de COVID-19, y proporciona pautas prácticas basadas en la evidencia para manejar los trastornos del sueño durante esta crisis.
La pandemia de COVID-19 y el confinamiento social impuesto han producido unos niveles importantes de ansiedad y estrés debido a la preocupación por la salud y al miedo a infectarse, a los problemas laborales y económicos y a la incertidumbre sobre el futuro. La incidencia de alteraciones del sueño también ha aumentado drásticamente durante este período. Además del estrés y la ansiedad, hay otros dos factores que posiblemente estén contribuyendo al aumento de las alteraciones del sueño durante esta crisis. En primer lugar, las alteraciones de nuestras rutinas diarias, como levantarse a una hora concreta, ir a trabajar, comer, hacer ejercicio y participar en actividades sociales y de ocio en momentos relativamente fijos. Todas estas actividades eran cronomarcadores importantes que mantenían nuestros ciclos de sueño y vigilia sincronizados con los ciclos de noche (oscuridad) y día (luz).
Es probable que las alteraciones de estos cronomarcadores, junto con una menor exposición a la luz del día, también esencial para mantener nuestro reloj biológico sincronizado, interrumpan el sueño y los ritmos circadianos. El sueño juega un papel fundamental en la salud física y mental, y una duración y calidad del sueño adecuadas son esenciales para hacer frente a sucesos importantes en la vida como la pandemia de COVID-19. Es fundamental la educación en salud pública para mantener a la población bien informada sobre la importancia del sueño y sobre las prácticas de sueño saludables para hacer frente a la pandemia y prevenir o minimizar los resultados adversos a largo plazo.